Es algo que no creo que ocurra de forma similar en muchos sectores más allá del nuestro. Existe una tendencia, en muchas ocasiones exagerada, al coleccionismo de certificaciones por parte de los ingenieros TIC. Casi fetichismo diría yo. Tenemos diplomas de todas las formas y colores. Formaciones, exámenes, certificaciones oficiales,...horas y horas dedicadas a progresar como ingeniero. Cada papel que uno recibe le hace más y más fuerte. Uno se siente con toda la fuerza del mundo para afrontar cualquier proyecto que se le ponga por delante, ¿verdad? ¿Cómo va a darme miedo un proyecto si tengo la certificación de Máster del Universo en Networking y Seguridad de Red? ¿Tú sabes lo que cuesta sacarse eso? Pues no, sinceramente no lo sé. Lo siento.

Creo que este primer párrafo da una idea de la temática de esta entrada.  Creo que en muchas ocasiones es necesario relativizar la importancia de determinados títulos asociados a conocimiento en una materia. Y lo creo por una sencilla razón que defiendo a capa y espada desde hace ya más de 6 años, el conocimiento se adquiere de forma mucho más profunda y por tanto duradera con la experiencia que en un laboratorio. No me refiero a que haya que tirarse a las trincheras sin conocimiento ninguno, Dios me libre, si no a que normalmente aporta mucho más valor afrontar retos en forma de proyectos que de libros.

Cometer un error en un proyecto real y dedicar horas y horas a buscar su solución deja en nuestro cerebro una cicatriz que ningún libro o documento podrá nunca repetir. Queda incrustrado en nuestra propia knowledge base y perdurará ahí hasta la eternidad. Aún recuerdo como si fuera ayer cómo de forma casi milagrosa una incidencia que no permitía a nuestro mejor cliente realizar llamadas al extranjero desde su flamante PBX Asterisk se resolvió desenrollando un cable UTP (no es broma). O cómo la configuración de forma un tanto aleatoria y a la desesperada de la dirección IP de una interfaz de un router convirtió decenas de pantallas negras con mensajes de "Tiempo de espera agotado" en los más flamantes pings que mis ojos hayan visto jamás. Eso sí, si me preguntáis ¿cuál es el principal objetivo de la Gestión de la Disponibilidad? (ojo, pregunta de examen de ITIL) no os sabría responder. Las dos primeras experiencias tuvieron lugar hace más de 5 años, la última hace unos meses. Creo que con esto está todo dicho...

A este hecho hay que sumarle que cuando uno conoce desde dentro el entramado de intereses existente entre fabricantes, proveedores e integradores su punto de vista en este aspecto se vuelve si cabe un poco más escéptico. ¿Por qué? Pues la razón es relativamente sencilla. Si para poder comenzar a trabajar con un determinado producto un fabricante solicita a un integrador cierto nivel de certificación, ¿no creéis que el fabricante es el principal interesado en disponer en el mercado del mayor número posible de profesionales certificados? Me refiero a que en la medida de lo posible nos "ayudará" con esos primeros pasos en nuestra relación fabricante-integrador, es decir, en los exámenes de certificación...

En muchas otras ocasiones, incluso asesorado por los propios fabicantes, el camino más corto para poder obtener una determinada certificación es acudir a los famosos "Sample Papers". Se trata de exámenes "similares" a los que nos encontraremos en nuestra prueba de certificación y que son el camino más corto para obtener el resultado deseado en el menor tiempo posible. Como muchos de vosotros habréis sufrido en vuestras carnes el tiempo que las empresas permiten dedicar a formación es más bien escaso, con lo que éste es el camino que muchas veces tenemos que coger por exigencias del guión, y siendo sinceros lo que uno aprende a través de los mismos es más bien limitado.

A pesar de todo, como es obvio no se puede generalizar. Existen títulos o certificados que dejan muy a las claras el nivel que un profesional puede tener en una determinada materia, pero precisamente cualquiera que hable con dichos profesionales podrá comprobar la importancia que la experiencia ha tenido en la obtención de dicho título.

En relacion con esta reflexion hace unas semanas leí acerca de una nueva funcionalidad que Linkedin estaba empezando a probar de forma experimental en ciertos perfiles (podéis solicitar ser uno de ellos desde este enlace, yo estoy a la espera ;D). La nueva funcionalidad permitía a tus contactos evaluar tu preparación en relación con diferentes materias y/o aspectos, tu expertise como dicen los que saben de esto. ¡Me pareció una idea genial! Éstos sí me parecen datos que permiten dar una idea real de los conocimientos que alguien puede tener en una determinada especialidad.

Por poner un par de ejemplos, si varios clientes evalúan tus aptitudes en gestión de proyectos en un 8.5, ¿no aportará dicha calificación más valor que una certificación de ITIL que uno tiene en su CV pero nadie sabe si la ha puesto en práctica jamás?

Lo mismo ocurriría si aplicamos esta política en aspectos puramente técnicos. Corregidme si me equivoco pero creo que todos los que trabajamos en el sector podemos saber el potencial de alguien en una determinada función compartiendo con él no más de unas semanas de trabajo ya sea como cliente, como proveedor o como compañero. Y esa opinión aporta bajo mi parecer un valor muy superior al que puede aportar un marco de cristal con un papel arrugado en su interior.

En resumen, las certificaciones son títulos que en parte ayudan a la especialización y aportan conocimiento, pero dicho conocimiento sólo se convierte en funcional si lo ponemos en práctica...

En definitiva, mi conclusión en todo este asunto es clara: "Valoremos el conocimiento, no los títulos."