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Supongo que la mayoría de vosotros habrá escuchado a lo largo de los últimos tiempos alguna noticia relacionada con el Internet of Things (IoT o Internet de las Cosas). Es uno de esos fenómenos tecnológicos que llevan bastante tiempo dando que hablar y que precisamente por ello parece cada vez más claro que se convertirá en una realidad más pronto que tarde.

Este fenómeno responde a la cada vez más infrenable tendencia de integrar en una red cualquier elemento de nuestro día a día. Seguramente si hace unos años nos hubieran dicho que podríamos tener control sobre un bolígrafo, una revista o unos zapatos todos nos habríamos echado a reír, ¿no creéis?

Pues aun sin haber llegado a ese momento no son pocos los esfuerzos que fabricantes e integradores de soluciones están realizando para convertir estas propuestas de ciencia-ficción en realidad.

Si a mí me preguntaran, casi cualquier evolución tecnológica sería bien recibida, ahora bien ¿están nuestras redes preparadas para este fenómeno? Os invito a que analicemos las amenazas y retos que el Internet de las Cosas y sus derivados supondrán para nuestras redes de datos.

El primer gran reto que los ingenieros de red deberían evaluar es cómo poder acomodar en sus sistemas la ingente cantidad de elementos de red que se avecinan. Si la irrupción de tablets y smartphones está suponiendo una gran reto tanto para los proveedores de servicio como para los departamentos de TI de las organizaciones, ¿qué podríamos decir de integrar una cantidad de elementos que multiplicaría por 10 el inventario de cualquier red?

Para entenderlo mejor pongámonos en situación. En la actualidad es cada vez más habitual que cada usuario cuente con dos o tres dispositivos con necesidades de conexión de red. PCs, smartphones y tablets requieren de un acceso válido para poder sacar provecho de todos los beneficios que nos pueden aportar. Esto traducido a nivel de ingeniería de red conlleva por un lado el consumo de 3 direcciones IP y por otro un importante crecimiento en las sesiones y consumo de ancho de banda necesario en función de las aplicaciones a emplear.

Ésa es la realidad actual, pero a esa realidad tendríamos que añadir un bolígrafo que guarda nuestras notas en la nube, un reloj que tendrá que conectarse a la red para sincronizar la agenda, un calzado que se conectará con la red para darnos consejos acerca de dónde ir, unas modernísimas gafas que permitirán registrar todo nuestro trabajo y compartirlo con quien nos interese,…Sin rebuscar demasiado ya hemos encontrado 4 dispositivos adicionales por cada usuario de la red. Por lo tanto si los cálculo no me fallan tenemos un total de ¡7 conexiones de red por cada usuario!

Y es aquí donde surge la pregunta, ¿están nuestras redes preparadas para este nuevo escenario que promete convertirse en realidad a lo largo de los próximos años? Yo sinceramente considero que no.

La problemática derivada de la gran necesidad de direcciones IP parece que podrá resolverse gracias a la progresiva migración al direccionamiento IPv6, pero existen otros muchos elementos que necesitarían ser revisados por las partes interesadas.

Si centramos nuestro análisis en los operadores y proveedores de servicio es fácil prever que o las infraestructuras se modernizan (parece que gracias a Dios el 4G se va convirtiendo cada vez más en una realidad) o el servicio percibido por los clientes será cada vez peor. A esto se suma una circunstancia que convierte en aún más importante la calidad de servicio ofrecida y es que muchos de estos nuevos dispositivos requerirán servicios en tiempo real, con lo que el reto se convierte en aún mayor. Por otro lado todos sabemos que la concurrencia de sesiones no es precisamente el mejor amigo de las estaciones base, probad si no a establecer una conexión 3G medio decente en un estadio durante un partido o en un concierto. Y como decimos de momento no llevamos zapatillas parlanchinas a estos eventos…

Desde el punto de vista de un administrador TI, se producirá un fenómeno que sería una evolución del tan manido BYOD y que yo bautizaría como BYOT (Bring Your Own Things). El usuario de la red podrá justificar casi con total seguridad que el uso de esas “Things” mejorará su productividad laboral con lo que al administrador de red le será realmente difícil negarle dicho acceso, imaginaos el panorama. De la noche a la mañana la red bajo su gestión pasa de tener 200 o 300 elementos de red a tener ¡2000 o 3000!

En primer lugar hay que tener en cuenta que el medio inalámbrico es el hábitat natural de estos dispositivos que requieren conexión a la red y sabemos que si llevamos el mismo a entornos de redes corporativas seguramente tendremos que reinventar nuestra red WiFi. Ya sabemos que una alta densidad de usuarios y número de sesiones son malos compañeros para cualquier red WiFi... Es un estudio que da para tanto que dedicaremos un artículo específicamente a ello en Telequismo

Pero el problema en este caso no es únicamente de capacidad acceso, si no de seguridad. Es de suponer que una nueva realidad dará comienzo en el mundo de la seguridad informática. Una realidad que multiplicará las amenazas para las redes corporativas y que seguramente obligará a las actuales plataformas a modificar su método de detección y gestión de las mismas.

Desde luego la lectura positiva de todo esto es que se generarán nuevas necesidades y es ahí donde debemos estar nosotros para poder aportar las soluciones que permitan a los usuarios de nuestras redes disfrutar sacando fotos con un simple guiño sin que les preocupe lo más mínimo todo lo que unas cuantas cabezas pensantes han tenido que preparar para que dicha foto llegue en unos milisegundos al otro extremo del planeta.